martes, 5 de febrero de 2008

Colgante

Un payaso y un suicida sentados a los dos bordes de un pintoresco puente colgante.
Se dan la espalda y así equilibran sus pesos, para que la pasarela de madera no se incline hacia ningún lado. Sin saberlo, sus pies dibujan idénticos ochos en el vacío vacío que los separa del agua. El vértigo ya no los tensiona y ambos disfrutan los cosquilleos de la naturaleza de sus cuerpos que se sienten en peligro, un peligro confortante para la humanidad de sus cuerpos.

El payaso, no viste su uniforme de trabajo, por el contrario, sus ropas de entrecasa son grises y marrones, rotas y sucias.
El otro está desnudo. Sobre sus piernas languidece un tramo de una soga larga, gruesa, áspera. La acaricia y acicala sedadamente con sus manos, como si de una mascota se tratara. En una punta está atada a un madero del puente, en la otra, un deforme nudo de horca, mal hecho.
La tarde se está aburriendo. El sol no lo dice tanto como el viento fresco que comienza a peinar el paisaje.

Los dos tienen su mirada perdida y un poco triste. - Vamos, la vida no puede ser tan mala. - dice el suicida, rompiendo el silencio de algunos minutos. La seguridad en su voz irritada parece tratar de convencer de algo en lo que no cree. - Veo que no entendiste nada de lo que te dije.- murmulla sonriendo tristemente el payaso mientras cambia la figura que trazan sus pies colgantes. Ahora hace redondeles.

El río había crecido, y aún así pasaba a no menos de diez metros por debajo del puente. Era raro no ver el paisaje cotidiano del río; las riberas con sus mismas, o imperceptiblemente diferentes, curvas de todos los días. La creciente había cambiado el paisaje, y a aquellas personas que se sienten a gusto en el orden, les genera violencia. El agua ahora besaba e inundaba los senderos que acompañan el cauce del río, zigzagueantes entre árboles y arbustos.
El agua estaba ahora turbia.

- Que la vida es una mierda... - el suicida habla mirando al cielo - ...no hay dudas, pero aún así la mierda se mezcla con la tierra - baja la vista a sus pies meneándose a sotavento - y sigue su curso en el ciclo sin fin.
"Que nos mueve a todos" tararea mentalmente el payaso al tiempo en que se siente un pelotudo. Porque cuando lo contratan en fiestas infantiles canta canciones del puto Rey León.

Un poco de basura se acumula en los pliegues más cerrados del cauce. De pronto un tronco grueso con bolsas de nylon enquistadas se escapa flotando lentamente, y el payaso lo sigue con la mirada... una caja de vino vacía lo sigue desde atrás, esquivando piedras a la fuerza, lo pasa por derecha y llegando a la meta imaginaria, gana.

El sol inclinado ya naranja molesta la visita del suicida y hace que entrecierre los ojos y vea un poco borrosos los verdes, oros y azules. En ése instante, por unos segundos el viento ostenta un olor ácido que le recuerda su último intento de suicidio. Quiere llorar, pero sólo se le humedecen los ojos, y el mismo puto viento enfria sus embriones de lágrimas y pronto las seca.

- Bueno... - dice con nostalgia el payaso - ya estoy cansado, me voy a la mierda. Perdón por dejarte solo - y como nunca antes, manso, deja que su cuerpo acompañe el peso de sus piernas cansadas de bailar y caminar.

El puente se balancea, y el payaso cae.

Cae, y diez metros de redención,
y no siente la brisa, porque todo el viento es de él,
y siente que es hermoso el vértigo,
por un momento parecido a lo que entiende por libertad,
y toda su estancada sangre que infla su cabeza,
y lo asusta y no lo deja pensar,
y diez metros que se hacen kilómetros,
un orgasmo de kilómetros,
y hermoso el viento que recorre sus pies desnudos,
se cuela entre sus dedos,
y sus brazos que se abren como alas,
y bendita la felicidad,
de golpear contra la superficie ruidosa del río,
una superficie azul,
negra y marrón,
como los ojos de un viejo ciego profeta,
y hermosa el agua fría,
que abraza el alma y limpia la mente,
y sus ropas mojadas,
levitantes y pegajosas,
y los azules
y miles de burbujas,
y la velocidad que se hace nula
y la tierna emoción del ascenso,
y de nuevo el fresco de la brisa enana,
en la cara mojada que se asoma,
y el respiro de alivio,
y la alegría que rebota torpemente por las venas.
Y la calma.

Y el payaso desde el agua que grita - ¡Tenés que probarlo algún día, es una mezcla entre suicidarse, tomar drogas y dar un beso! - y feliz, mitad nadando hacia la orilla, mitad dejandose llevar por la corriente, se aleja del puente para tomar el camino a su casa.
Y unos minutos de alterada calma.
Y la decisión
de por fin tomar la vida en sus manos,
y soltarla.
Y el perfil recortado por el sol de un suicida que salta desde un puente colgante,
y una soga que se desdobla trazando su recorrido,
y el estallido de un cuerpo contra un río turbio,
y llueve para arriba,
gotas que explotan, brillan y vuelan,
y entre ellas una soga que cuelga pendulante,
con un nudo mal hecho en una punta,
y un viento ácido,
feliz.

1 comentario:

Unknown dijo...

ahora, a todo lo del mail, agregale que me gusta el título :) tqm nene