Un avioncito de papel
surcaba los cielos de una ciudad.
Era blanco,
no hacía ruido.
Las palomas
no lo miraban,
no les atraía.
Tenía algo escrito,
que no se leía,
porque estaba escondido,
en sus pliegues de avión.
Alguien lo había soltado,
alguna vez,
desde algún lugar,
ya muy lejano.
En cierto momento,
sin más,
soltó una bomba
de papel.
Y al caer,
no pasó nada.
Porque el papel,
sólo,
no hace nada.
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