Un hombre sólo conocía una habitación.
Común y vacía.
Sólo cuatro paredes, nada más.
Una era un espejo.
Él vivía ahí desde siempre.
Nunca se aburría, no conocía otra cosa.
De vez en cuando se miraba en el espejo,
y se movía.
Sonreía, lloraba, se reconocía.
A veces imaginaba que el del espejo,
era otro.
A veces quería romper el espejo,
pero tenía miedo.
De vez en cuando miraba las otras paredes.
De vez en cuando también les sonreía.
Pero no pasaba nada.
Esas otras no le devolvían nada.
Le gustaba su vida, no conocía otra cosa.
Pero un día pasó algo.
Al despertar,
la pared del espejo
no estaba.
Entonces
el hombre
pudo salir,
o murió.
Nunca lo supo,
no conocía otra cosa.
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