sábado, 1 de marzo de 2008

Solución práctica

Los dos grandes Generales se acercaban para una negociación de último momento. Tras de sí, las huestes, miraban ansiosas. Una fresca y clara mañana. Con los prados húmedos y ese olorcito a tostadas que tanto motiva.
Todos sabían que iba a ser un combate parejo, y como en todo combate parejo, muchos los muertos. Todos tenían miedo de perder y sus Generales lo sabían.

- Buen día Jorge - primereó Mario.
- Buen día Mario- respondió Jorge.
- Mirá Jorge, he estado pensando y creo que este combate es innecesario. Podemos solucionarlo de otra forma.
- Estoy de acuerdo Mario, el día está demasiado lindo como para ponernos desde ya a surtir sablazos a troche y moche, literalmente.

En ese preciso momento una paloma blanca con un ramo de olivo en su pico pasó por encima de un cerro muy lejos de allí.

- Exactamente querido enemigo.
- ¿Y qué propone, estimado oponente?

Los dos grandes bloques de armaduras, espadas y lanzas afiladas emparedaban a estas dos almas en comunión. Y como suelen hacer las paredes, los soldados de las filas de vanguardia no escuchaban y sostenían cuadros de Kandinsky a la altura de los ojos. La gran mayoría comentaba con grandilocuencia las èpicas despedidas sexuales de la noche anterior, y los que no la habían tenido, chistaban porque querían escuchar.

- Propongo reemplazar el combate por una partida de ajedrez.
- ¿Una partida de ajedrez en cambio del combate?
- Sólo si a Ud. le parece amado contrincante...
- Sinceramente hubiese propuesto un cuatro en línea, pero el ajedrez me parece más apropiado.
- Me parece un razonamiento lógico y acertado, amigo hostil y concuerdo.
- Perfecto dilecto adversario. Entonces las cosas son así: el que pierda debe dejar que el ganador mate a todo su ejército, no sin antes liquidar al 90 por ciento opuesto.
- Muy bien. Me parece razonable. Procedamos. -

Y tras acomodar las piezas, Jorge movió el caballo de la izquierda por encima de la fila de peones, un casillero a la derecha

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